Casi ya más como patología recidiva que como un sello característico de la animación japonesa, es su fijación con la tragedia y la destrucción masiva lo que la identifica. Si bien evita encasillarse, pues su variedad de temas es amplia, hay elementos recurrentes y con frecuencia aluden a su pasado histórico. Ya sea usando sociedades post–apocalípticas, monstruos mutantes descomunales o megarobots de avanzada, el discurso de fondo en la mayoría de sus historias intentan aleccionar y dejarnos algo en claro: Toda tecnología destructiva nace primero como intención humanista.
Ergo Proxy, a simple vista adolece de esa obstinada manía de vincular soterradamente la tragedia nipona de los 40s con la reflexión moralina de fondo. De tal forma que a lo largo de sus 23 capítulos no faltan las ciudades demolidas, las puñetas mentales frente a culturas en ruinas, sus victimas con malformaciones y por consecuencia esa frustrante búsqueda de respuestas metafísicas, filosóficas y existenciales englobadas todas en una propuesta Cyberpunk que además intenta abordar temas sociales y teológicos. Ergo Proxy resultaría ser un producto atractivo, si no fuera por la ambigüedad con que desarrollan su premisa: En una distópica ciudad, los robots han sido infectados con un virus que les proporciona la facultad de sentir, y por ende, también la de asesinar. Con desacierto sus creadores aquí generan expectativas que de entrada la serie no cumple, y es el abordar con vaguedad el recurso auxiliar de las subtramas, junto al torpe desarrollo anacrónico de la historia las responsables.
La trama versa sobre un paraíso aislado llamado Romdou, que ve trastornada su tranquilidad por una serie de asesinatos a manos de androides llamados AutoRaivs. Es una súper detective gótica muy guapa, atlética y bien buena (que además es nice y de alta alcurnia) la encargada de investigar los homicidios. Sus pesquisas la llevan directito nada más y nada menos que hacia la figura de la muerte, la cual es representada por un insulso empleado de mensajería con graves problemas existenciales y cuyo único placebo en la vida es fantasear con encontrar el amor y así desplazar toda esa pinche soledad que siente. Ambos, emprenden un largo viaje hacia Moscú, él se aventura en busca de su identidad, y ella lo sigue en cumplimiento de su deber, y lo hacen abordo de un por demás poético velero levitante, que si bien logra levitar; sólo jala impulsado por aire. Es este viaje lo que ocupa buena parte de la serie, donde la buena calidad de la animación pasa a segundo plano y todo el discurso en off de los personajes es lo que mantiene al espectador frente a una premisa que promete pronto le será más interesante… el viaje a Moscú de pronto se transforma en una serie de capítulos en principio aparentemente inconexos, pero creativamente cada uno hacia el final logran retomar la historia de forma excepcional (Ophelia y Dead Calm, mis favoritos), éste es quizá el único acierto de la serie: alejarse de la trama principal y jugar con las variantes que pudiera producir la misma. Fue sorpresa aventarme desde el capítulo 7 al 19 de un sólo tirón, todo gracias a estos twists; me la pasé cinco horas acostadote.
Ergo Proxy aparenta ser madura porque no tiene robototes agarrándose a chingazos. Aparenta ser enigmática porque está premeditadamente concebida para ser confusa. En algún momento, después de ver los tres primeros capítulos te frotarás las manos y te escucharás decir: «¡ah, qué chido! esta serie seguro es otro pedo, porque sencillamente no estoy entendiendo ni madres».
Siendo justos, Ergo Proxy no es mala serie, es sólo que pese a sus referencias filosóficas, su animación mezclada con 3D, y el maravilloso arte de su Opening, la sensación que deja al final es sólo la de otro buen intento por crear algo extraordinario. No por nada a su capítulo final lo titularon Deus ex Machina.
Del montón de películas que vi en el último año (Dios bendiga al códec DivX), sólo dos o tres cosas valieron la pena. Habría entonces que hacer un reconocimiento a Dark–Subs (sean quienes sean) por aventarse la tarea de traducir y subtitular la serie con todo lo que eso implica. Ergo Proxy ante la monótona y reiterada pedorrencia de los estrenos veraniegos, fue después de todo, una opción que bien me hizo librar el 2010.
Ergo Proxy, a simple vista adolece de esa obstinada manía de vincular soterradamente la tragedia nipona de los 40s con la reflexión moralina de fondo. De tal forma que a lo largo de sus 23 capítulos no faltan las ciudades demolidas, las puñetas mentales frente a culturas en ruinas, sus victimas con malformaciones y por consecuencia esa frustrante búsqueda de respuestas metafísicas, filosóficas y existenciales englobadas todas en una propuesta Cyberpunk que además intenta abordar temas sociales y teológicos. Ergo Proxy resultaría ser un producto atractivo, si no fuera por la ambigüedad con que desarrollan su premisa: En una distópica ciudad, los robots han sido infectados con un virus que les proporciona la facultad de sentir, y por ende, también la de asesinar. Con desacierto sus creadores aquí generan expectativas que de entrada la serie no cumple, y es el abordar con vaguedad el recurso auxiliar de las subtramas, junto al torpe desarrollo anacrónico de la historia las responsables.
La trama versa sobre un paraíso aislado llamado Romdou, que ve trastornada su tranquilidad por una serie de asesinatos a manos de androides llamados AutoRaivs. Es una súper detective gótica muy guapa, atlética y bien buena (que además es nice y de alta alcurnia) la encargada de investigar los homicidios. Sus pesquisas la llevan directito nada más y nada menos que hacia la figura de la muerte, la cual es representada por un insulso empleado de mensajería con graves problemas existenciales y cuyo único placebo en la vida es fantasear con encontrar el amor y así desplazar toda esa pinche soledad que siente. Ambos, emprenden un largo viaje hacia Moscú, él se aventura en busca de su identidad, y ella lo sigue en cumplimiento de su deber, y lo hacen abordo de un por demás poético velero levitante, que si bien logra levitar; sólo jala impulsado por aire. Es este viaje lo que ocupa buena parte de la serie, donde la buena calidad de la animación pasa a segundo plano y todo el discurso en off de los personajes es lo que mantiene al espectador frente a una premisa que promete pronto le será más interesante… el viaje a Moscú de pronto se transforma en una serie de capítulos en principio aparentemente inconexos, pero creativamente cada uno hacia el final logran retomar la historia de forma excepcional (Ophelia y Dead Calm, mis favoritos), éste es quizá el único acierto de la serie: alejarse de la trama principal y jugar con las variantes que pudiera producir la misma. Fue sorpresa aventarme desde el capítulo 7 al 19 de un sólo tirón, todo gracias a estos twists; me la pasé cinco horas acostadote.
Ergo Proxy aparenta ser madura porque no tiene robototes agarrándose a chingazos. Aparenta ser enigmática porque está premeditadamente concebida para ser confusa. En algún momento, después de ver los tres primeros capítulos te frotarás las manos y te escucharás decir: «¡ah, qué chido! esta serie seguro es otro pedo, porque sencillamente no estoy entendiendo ni madres».
Siendo justos, Ergo Proxy no es mala serie, es sólo que pese a sus referencias filosóficas, su animación mezclada con 3D, y el maravilloso arte de su Opening, la sensación que deja al final es sólo la de otro buen intento por crear algo extraordinario. No por nada a su capítulo final lo titularon Deus ex Machina.
Del montón de películas que vi en el último año (Dios bendiga al códec DivX), sólo dos o tres cosas valieron la pena. Habría entonces que hacer un reconocimiento a Dark–Subs (sean quienes sean) por aventarse la tarea de traducir y subtitular la serie con todo lo que eso implica. Ergo Proxy ante la monótona y reiterada pedorrencia de los estrenos veraniegos, fue después de todo, una opción que bien me hizo librar el 2010.
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